lunes, 8 de septiembre de 2008

"HISTORIA Y LEYENDAS SOBRE LA SANTA CRUZ" I

I
SANTA ELENA 
Convertida al Cristianismo y descubridora de la Santa Cruz en Tierra Santa


Martirologio Romano: En Roma, en la vía Labicana, santa Elena, madre del emperador Constantino, que tuvo un interés singular en ayudar a los pobres y acudía a la iglesia piadosamente confundida entre los fieles. Habiendo peregrinado a Jerusalén para descubrir los lugares del Nacimiento de Cristo, de su Pasión y Resurrección, honró el pesebre y la cruz del Señor con basílicas dignas de veneración (c. 329). En un mesón propiedad de sus padres en Daprasano (Nicomedia) nació pobre en el seno de una familia pagana. Allí pudo, en su juventud, contemplar los efectos de las persecuciones mandadas desde Roma: vió a los cristianos que eran tomados presos y metidos en las cárceles de donde salían para ser atormentados cruelmente, quemados vivos o arrojados a las fieras. Nunca lo entendió; ella conocía a algunos de ellos y alguna de las cristianas muertas fueron de sus amigas ¿qué mal hacían para merecer la muerte? A su entender, sólo podía asegurar que eran personas excelentes. San Ambrosio, que vivió en época inmediatamente posterior, la describe como una mujer privilegiada en dones naturales y en nobleza de corazón. Y así debía ser cuando se enamoró de ella Constancio, el que lleva el sobrenombre de Cloro por el color pálido de su tez, general valeroso y prefecto del pretorio durante Maximiano. Tenía Elena 23 años al contraer matrimonio. En Naïsus (Dardania) les nació, el 27 de febrero del 274, el hijo que llegaría a ser César de Maximiano como Galerio lo fue de Diocleciano. Pero no todo fueron alegrías. Elena fue repudiada por motivos políticos en el 292 para poder casarse Constancio con la hijastra de Maximiano y llegar a establecer así el parentesco imprescindible entre los miembros de la tetrarquía. Le costó mucho saberse pospuesta al deseo de poder de su marido, pero esto lo aceptó mejor que el hecho de verse separada de su hijo Constantino que pasó a educarse en el palacio junto a su padre y donde se reveló como un fantástico organizador y estratega. Muerto Constancio Cloro en el 306, Constantino decide llevarse a su madre a vivir con él a la corte de Tréveris.


En esta época aún no hay certeza histórica de que su madre fuera cristiana. Sí, cuando -por testimonio de Eusebio de Cesarea- aparezca sobre el sol el signo de la cruz con motivo de la batalla de Saxa Rubra y la leyenda "con este signo vencerás" que dio el triunfo a Constantino y lo hizo único Emperador de Roma, en el 312, del cual hablaremos en otro artículo. Aunque el emperador retrasará su bautismo hasta la misma muerte, es complaciente con la condición de cristiana que tiene su madre que daba sonados ejemplos de humildad y caridad. Incluso parece descubrirse la influencia materna tras el Edicto de Milán que prohibía la persecución de los cristianos y los edictos posteriores que terminan vetando el culto a los dioses lares. Constantino agasaja a su madre haciéndola Emperatriz Augusta, acuña monedas con su efigie, le hace donación de muchas ciudades, le abre sus tesoros, la rodea de respeto y afecto, y le facilita levantar iglesias. En el 326 Elena está con su hijo en Bizancio, a orillas del Bósforo. Aunque se aproxima ya a los setenta años alienta en su espíritu un deseo altamente repensado y nunca confesado, pero que cada día crece y toma fuerza en su alma; anhela ver, tocar, palpar y venerar el sagrado leño donde Cristo entregó su vida por todos los hombres. Santa Elena decidió peregrinar a Tierra Santa tras haber tenido una revelación celestial y organiza un viaje a los Santos Lugares en cuyo relato se mezclan todos los elementos imaginables pertenecientes al mundo de la fábula por tratarse del desplazamiento de la primera dama del Imperio a los humildes a lejanos lugares donde nació, vivió, sufrió y resucitó el Redentor.


Pero aparte de todo lo que de fantástico pueda haber en los relatos, fuentes suficientemente atendibles como Crisóstomo, Ambrosio, Paulino de Nola y Sulpicio Severo refieren que se dedicó a una afanosa búsqueda de la Santa Cruz con resultados negativos entre los cristianos que no saben dar respuesta satisfactoria a sus pesquisas. Movida por un presentimiento llegó a Jerusalén, donde una antigua tradición que corría de boca en boca decía que no habiendo tenido los discípulos de Cristo ni el valor ni los medios para llevarse con ellos el leño de la Santa Cruz, ésta había sido enterrada. Sintiéndose frustrada, pasa a indagar entre los judíos hasta encontrar a un tal Judas que le revela el secreto rigurosamente guardado entre una facción de ellos que, para privar a los cristianos de su símbolo, decidieron arrojar a un pozo las tres cruces del Calvario y lo cegaron luego con tierra. Recurrió a la oración, consultó a los cristianos, hizo venir a sabios judíos, y todos convinieron unánimemente en que la cruz se hallaba en el mismo lugar en que Jesucristo había sido crucificado. 

 
(Excavación durante el descubrimiento de la Capilla de la Santa Cruz)


Hizo demoler el templo erigido a Venus en el Calvario y cavar profundamente en la montaña. Empleó a la legión romana para hacer las excavaciones y, después de haber cavado profundamente, descubrió el Santo Sepulcro, junto al cual se hallaban tres cruces. Las excavaciones resultaron con éxito. Aparecieron las tres cruces con gran júbilo de Elena. Sacadas a la luz, sólo resta ahora la grave dificultad de llegar a determinar aquella en la que estuvo clavado Jesús. Relatan que el obispo Demetrio tuvo la idea de organizar una procesión solemne, con toda la veneración que el asunto requería, rezando plegarias y cantando salmodias, para poner sobre las cruces descubiertas el cuerpo de una cristiana moribunda por si Dios quisiera mostrar la Vera Cruz. El milagro se produjo al ser colocada en sus parihuelas sobre la tercera de las cruces la pobre enferma que recuperó milagrosamente la salud. Todo esto hace que se considere a santa Elena una de las primeras arqueólogas reconocidas por la historia. Tras esto, mandó construir allí un templo y otro en el Monte de los Olivos. Tres partes mandó hacer Elena de la Cruz. Una se trasladó a Constantinopla, otra quedó en Jerusalén y la tercera llegó a Roma donde se conserva y venera en la iglesia de la Santa Cruz de Jerusalén. No han faltado autores que atribuyan a la fábula el hecho de la invención por Elena basándose principalmente en que no hay noticia expresa de tamaño acontecimiento hasta un siglo después. Ciertamente es así, pero lo resuelven otros estudiosos afirmando que la fuente histórica que relata los acontecimientos es el historiador contemporáneo Eusebio de Cesarea al que en su Vita Constantini sólo le interesan los acontecimientos realizados por Constantino, bien porque sigue los cánones de la historia contemporánea, o quizá porque sólo le interesa adular a su anfitrión. 

Murió Elena sin que sepamos el sitio ni la fecha. Su hijo Constantino dispuso trasladar sus restos con gran solemnidad a la Ciudad Eterna y parte de ellos se conservan en la iglesia Ara Coeli, dedicada a Santa Elena, la mujer que dejó testimonio tangible y visible en unos maderos del paso salvador por la tierra de Jesús, el Hijo de Dios encarnado. El calendario eclesiástico lo celebra el 18 de Agosto. Patrona: arqueólogos, Malta, conversos, matrimonios en dificultades, personas separadas, diócesis de Helena (Montana). 


DEVOCIONARIO


ORACIÓN I
Amabilísimo Redentor de mi alma, Jesús de mi corazón, que desde el cielo bajaste a la tierra, a buscar y hallar la santísima Cruz en que padeciste tantas y tantas penas, para que por ellas gozáramos eterna gloria; te ruego por los misterios altísimos de tu Santísima Cruz y por la preciosísima sangre que por mí en ella derramaste, me concedas todos los bienes que produjo aquel árbol de vida, para el bien, provecho y remedio de nuestras almas y por este medio pueda merecer, como te lo ruego, por todos los misterios de la Santa Cruz, vivir sin ofenderte y morir en tu gracia, para ir a gozar al cielo los frutos de tu Santísima Cruz. ¡Oh mi Dios, mi Salvador y Glorificador!, pues fuiste tan liberal y bienhechor en aquel madero santo, que derramaste toda tu preciosa sangre para mi remedio, derrama sobre mi alma, a la hora de mi muerte, una gota para que muera en tu gracia y asistiéndome entonces nuestra protectora y abogada Santa Elena, con su intercesión, nos alcances lo que te pedimos en esta oración, y fuere más conveniente a tu mayor honra, gloria y provecho de nuestras almas, con cuyo patrocinio esperamos buscar con fervor y hallar con provecho la hora de nuestra muerte, los frutos preciosos con que nos convida tu Cruz, para morir en tu gracia y gozarte siempre en la bienaventuranza. Amén.
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ORACIÓN II
Santa Elena, tú que al abrir tu mente y corazón a la luz del Evangelio y al encontrar el madero de la Cruz te convertiste en modelo de todas las virtudes cristianas, ayúdanos a romper las ataduras del pecado y volver a los brazos de Dios nuestro Padre. Tú hallaste el tesoro que nos habla el Evangelio, pues hallaste la Cruz de Cristo. Haz que también nosotros hallemos ese tesoro: CRISTO VIVIENTE EN NOSOTROS. Que El nos llene de paz, de justicia y de amor, en medio de nuestras tribulaciones y que un día nos encontremos todos en el Reino de los Cielos. Amén. Padre Nuestro, Ave Maria y Gloria.
 
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ORACIÓN III
Gloriosa Santa Elena, admiramos tu vida excelsa. Dios quiso que naciera de ti aquel gran hombre que llevó al imperio romano la fe de Cristo y que un día hallaras la madera grandiosa de la Cruz en que murió Jesús. Obtennos de Jesús fortaleza en nuestra fe y un amor grande a la Cruz. Que ninguna contradicción nos aparte de Jesus. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 
(Fuentes: Archidiócesis de Madrid, Enciclopedia Católica y Devocionario Católico)

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Il semble que vous soyez un expert dans ce domaine, vos remarques sont tres interessantes, merci.

- Daniel